martes, 1 de octubre de 2019

Sin novedad en el Alcázar de Toledo: la victoria que hizo dictador a Franco

octubre 01, 2019 Por ancilo59 Comentarios

Cadáveres en las ruinas de la Plaza de Zocodover.
  • El 21 de julio de 1936 una guarnición de Guardias Civiles y militares sublevados se encerraron en la fortaleza con mujeres y niños
  • Durante setenta días aguantaron el asedio de los republicanos hasta que el 27 de septiembre las tropas de Franco liberaron la fortaleza en ruinas. Al día siguiente, el general sería nombrado jefe del Estado nacional
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Cronología del asedio 21 de julio de 1936 

Esquema de la destrucción del Alcázar de Toledo por la artillería republicana.

La declaración de «Estado de Guerra» fue leída por el capitán Vela Hidalgo, de la Academia Militar, a las 7 de la mañana en Zocodover, la plaza principal de Toledo. Se dieron órdenes para el arresto de conocidos activistas de izquierda de Toledo, pero solamente detuvieron al maestro de la prisión local, Francisco Sánchez López de la Torre, que había preparado a Luis Moscardó para oposiciones, y a algunos militantes de base. Moscardó nombró a un nuevo gobernador civil, el notario Justo del Pozo Iglesias, pues el anterior, Manuel Mª González, se refugió en el alcázar con su familia.

Los sublevados distribuyeron fuerzas por la ciudad: Hospital de Tavera, Fábrica de Armas, Convento de los Carmelitas Descalzos, bancos, Ayuntamiento, Catedral, Plaza de Zocodover, Correos, Teléfonos, Matadero, Cuartel de Asalto (Plaza de Padilla), Prisión Provincial, puertas de la muralla y puentes sobre el Tajo. Los guardias civiles llenaron camiones de munición en la Fábrica de Armas con destino al Alcázar. El Ministerio de la Guerra ordenó el bombardeo aéreo de los sublevados; a las 18 horas, el último de los camiones fue alcanzado de lleno cuando estaba llegando a su destino.

Las tropas republicanas enviadas de Madrid, avanzadillas de la columna del general Riquelme, primero llegaron al Hospital de Tavera, donde fueron rechazadas por las fuerzas al mando del comandante Ricardo Villalba Rubio profesor de la Escuela Central de Gimnasia y sobrino del general José Riquelme López-Bago.

Dicho comandante ostentaba, desde las 18:00 horas de la tarde del día 17 de julio, el mando de tres capitanes, cuatro tenientes, un alférez, cuatro sargentos y 32 de tropa, guarnición que fue reforzada por un destacamento de la Guardia Civil con 40 hombres y dos oficiales. Al amparo de estas fuerzas se acogieron mujeres, niños, algunos huérfanos, hombres enfermos, las hermanas de la Caridad del Hospital y el capellán del mismo: en total 60 personas no combatientes.

Estratégicamente, la posición defendida por dicho comandante era imprescindible para que la Guardia civil, que se encontraba en la fábrica de Armas, pudiera subir la munición al reducto del alcázar.8​ Los defensores del Hospital de Afuera recibieron a las tropas del general Riquelme con fuego de ametralladora, rechazándolos.

Poco después, uno de los carros de combate que acompañaban a la columna atacante se lanzó al asalto del hospital y el comandante Villalba, junto con el capitán Badenas, salieron del Hospital y lanzaron cargas explosivas que inutilizan el vehículo.

Parada la ofensiva, el comandante Villalba ordenó la retirada al alcázar que se hizo de forma ordenada y sin perder un solo elemento bajo sus órdenes.10​ Tras el fracaso ante el Hospital de Tavera, la fuerza del general Riquelme se dirigió a la fábrica de armas.

Un destacamento de 200 guardias civiles estacionado en la Fábrica de Armas empezó a negociar con los republicanos. Durante estas conversaciones, la Guardia Civil envió carros cargados con la munición de la fábrica al Alcázar antes de evacuar y destruir la fábrica. Riquelme telefoneó esa noche al sublevado Moscardó conminándole a rendirse.

22 de julio-13 de agosto de 1936

Milicianas republicanas durante el asedio del Alcázar de Toledo durante la Guerra Civil Española.

El 22 de julio está ya en Toledo la columna madrileña: dos compañías de infantería, guardias de asalto, una batería de 105 mm y un número indeterminado de milicianos ácratas de las «Águilas Libertarias»; además, una compañía de ametralladoras del Regimiento León nº 2 y milicianos del Colegio de Abogados de Madrid, lo que hace un total aproximado de 2500 hombres, frente a los 1250 del alcázar, en su mayoría profesionales de la milicia.

Controlaban la mayor parte de Toledo hacia las 20 horas, y comenzó a organizarse el cerco en torno al alcázar. Esa noche el ministro de Instrucción Pública, Francisco Barnés, volvió a apelar a Moscardó, para que se rindiese.

El 23 de julio el coronel Moscardó recibió la llamada del representante del Frente Popular, el jefe local de Izquierda Republicana y secretario del colegio de abogados de Toledo11​ Cándido Cabello quien le conminó a rendirse advirtiéndole que de no hacerlo así, su hijo Luis, quien había sido detenido, sería fusilado; la conversación es la siguiente [cita requerida]:

  • Son Uds. responsables de los crímenes y de todo lo que está ocurriendo en Toledo, y le doy un plazo de diez minutos para que rinda el Alcázar, y de no hacerlo fusilaré a su hijo Luis que lo tengo aquí a mi lado.
  • Coronel Moscardó: 
  • ¡Lo creo!
  • Jefe de milicias: Y para que veas que es verdad, ahora se pone al aparato.
  • Luis Moscardó Guzmán: ¡Papá!
  • Coronel Moscardó: ¿Qué hay, hijo mío?
  • Luis Moscardó Guzmán: Nada, que dicen que me van a fusilar si el Alcázar no se rinde, pero no te preocupes por mí.
  • Coronel Moscardó: Si es cierto encomienda tu alma a Dios, da un viva a Cristo Rey y a España y serás un héroe que muere por ella. ¡Adiós, hijo mío, un beso muy fuerte! Luis Moscardó Guzmán: ¡Adiós, papá, un beso muy fuerte!
  • Vuelve a coger el aparato Cándido Cabello.
  • Coronel Moscardó: Puede ahorrarse el plazo que me ha dado y fusilar a mi hijo, el Alcázar no se rendirá jamás.

Las fuentes del bando sublevado (confirmadas por numerosos testimonios) tienen un tono heroico, lacónico, patriótico y religioso al hablar del contenido de la conversación (posteriormente se le llegó a comparar con Guzmán el Bueno). La amenaza de matar a Luis Moscardó no se materializó de momento sino que fue enviado a la Prisión Provincial (acusado al parecer de ser hijo del coronel Moscardó) pero un mes después de estos hechos, tras un bombardeo aéreo, los milicianos asaltaron la prisión, lo incluyeron en una saca de, al menos, cuarenta prisioneros y fue ejecutado. Por otra parte, el presidente de la Diputación hizo todo lo posible por proteger a la esposa y al hijo menor de Moscardó, Carmelo, durante los meses del Toledo revolucionario.

Los historiadores Herbert Southworth14​ e Isabelo Herreros15​ dudan de la versión oficial sobre la conversación y el fusilamiento, y añaden como datos nuevos que Luis Moscardó tenía tendencias liberales y que su entrada en el registro del cementerio de Toledo tuvo carácter retroactivo (Herreros dice que fue en abril de 1956 cuando su cuerpo se trasladó a la cripta del Alcázar junto a la de su padre recientemente fallecido). 

Después de la aparición de ambos libros se publicó la obra de Alfonso Bullón de Mendoza y Luis Eugenio Togores El Alcázar de Toledo: final de una polémica16​ en la que, sobre la base de una exhaustiva investigación bibliográfica y numerosa documentación inédita, entre la que cabe destacar las cartas escritas por Moscardó a su mujer a lo largo del sitio, y su diario personal, queda claro que Moscardó habló con un solo interlocutor y que éste le amenazó con fusilar a su hijo si no rendía el Alcázar.

Hay que señalar que ya muchos años antes, en su libro The Yoke and the Arrows,17​ el periodista norteamericano Herbert L. Matthews había dudado de la versión tradicional de la defensa del alcázar y la conversación de Moscardó con su hijo, pero que se retractó públicamente tras la publicación de la documentada obra que en respuesta publicó el también periodista Manuel Aznar.

El 24 de julio los sitiados realizaron una salida para conseguir alimentos. Posiblemente bajo la influencia de las amenazas efectuadas contra Luis Moscardó efectivos de la guardia civil asesinaron al teniente de alcalde del Ayuntamiento de Toledo, el exdiputado, periodista y líder histórico de la UGT-PSOE Domingo Alonso Jimeno, que se resistió a sus captores y fue muerto en plena calle, cerca de su vivienda de la calle de la Sierpe, mientras veía cómo arrastraban a su mujer y a su hija al alcázar.

Tales detenciones no fueron del agrado del coronel Moscardó, tal y como dejó escrito en una de las cartas a su mujer: "Ayer en una salida que se intentó hacer para requisar víveres, la Guardia Civil tuvo la malhadada ocurrencia de detener a la familia del Concejal Domingo Alonso y traerlos detenidos en rehenes.

Me desagradó hasta el extremo, pues creerán que la salida fue únicamente para cogerlos como garantía y yo no soy capaz de hacer eso, es más, me repugna y de buena gana los soltaba; aquí están bien cuidados y atendidos en lo que cabe, por lo menos igual que las familias de los Guardias."

En las Cartas a su mujer, el coronel Moscardó confiesa pasar por varios episodios depresivos, que él llama «blandura»; varias veces confiesa a su esposa que no se suicidará, y surgen por doquier reflexiones religiosas, pues la rutina diaria de las familias católicas no se alteró durante el asedio en el interior de la fortaleza.

La capacidad de mando de Moscardó, unánimemente refrendada por sus apologistas, es puesta en duda por algunos historiadores,​ que sostienen que el verdadero artífice de la defensa del alcázar fue el teniente coronel de la Guardia Civil Pedro Romero Basart. Sin embargo, ninguno de los diarios publicados (algunos muchos años después de la muerte de Moscardó) por quienes participaron en la defensa del alcázar, es decir, por quienes fueron testigos presenciales y protagonistas de los hechos, pone en duda el papel que jugó en la defensa.

El 25 de julio, ante la imposibilidad de comunicarse por radio por falta de electricidad, el capitán Luis Alba Navas salió del alcázar con la intención de enlazar con las tropas del general Mola y hacerles ver que la rendición del Alcázar difundida por Unión Radio de Madrid ese día era completamente falsa.

Para pasar inadvertido se vistió con un mono azul de miliciano. En las proximidades de Torrijos fue reconocido por un antiguo soldado que había estado a sus órdenes; lo apresaron y fue ejecutado cerca de Burujón.

A Riquelme le sucede en el mando de la plaza el teniente coronel de infantería Francisco del Rosal, y a éste el comandante Ulibarri a finales de julio. El gobierno de la República trasladó a Toledo piezas de artillería de gran calibre.

Se confiaba entonces en un pronto desenlace, pues la situación en el Alcázar era dramática: los alimentos escaseaban, el agua estaba racionada y la moral estaba muy baja. Se producían suicidios y deserciones (en la segunda semana de agosto ya habían huido de la fortaleza 23 personas para unirse a las filas republicanas). La moral se intentaba mantener con la publicación de un periódico mimeografiado, El Alcázar, a cargo del dirigente del Partido Radical Amadeo Roig.

14 de agosto-17 de septiembre de 1936

El escritor y periodista soviético Mijaíl Koltsov, en el centro, contemplando el asedio republicano.

El 14 de agosto, los republicanos cambiaron de táctica después de constatar que las defensas de la zona norte del alcázar habían sido notablemente reducidas. Durante las cinco semanas siguientes, los republicanos atacaron once veces la casa del Gobierno Militar, pero fueron repelidos en cada uno de ellos.

Si hubieran capturado la casa del gobernador militar, habrían podido ubicar en masa a un gran número de tropas a sólo 40 metros del alcázar. No obstante, la mayoría de los milicianos carecía de instrucción militar y desperdiciaban municiones disparando vanamente fusiles y artillería ligera contra los gruesos muros del alcázar.

En tanto el alcázar era una fortaleza excavada en roca, un ataque terrestre eficaz debía basarse en la artillería pesada y en explosivos, pero los milicianos carecían de tales armas así como de líderes militares que les dirigieran en su uso.

El 20 de agosto el comandante Víctor Martínez Simancas funda el cuadernillo de noticias del alcázar, que ayudaba a mantener la moral y el espíritu de combate de los encerrados tras los muros de la fortaleza y que posteriormente se convertirá en el diario de tirada nacional El Alcázar.

Dicha hoja informativa, embrión del diario El Alcázar, elaborada por los asediados como hoja informativa diaria en la que recogían con precisión quirúrgica los hechos acaecidos, aderezados de diversos comentarios, informaciones y consignas, fue vital para mantener alta la moral y la buena organización en el interior de la fortaleza.

El 9 de septiembre, un enviado de los republicanos, el comandante Rojo entró en el alcázar para hablar con el coronel Moscardó acerca de una posible rendición. El coronel la rechazó, pero pidió un sacerdote para bautizar a dos niños recién nacidos durante el asedio y también para decir misa.

Vázquez Camarasa, canónigo magistral de Madrid con ideas izquierdistas, entró en el alcázar la mañana del 11 de septiembre y confesó a los sitiados. Esa tarde, Rojo habló con Moscardó acerca de una posible evacuación de las mujeres y los niños. Las mujeres unánimemente contestaron que no querían rendirse y que estaban dispuestas a empuñar las armas para defender el Alcázar. Camarasa murió exiliado en Burdeos, Francia, en 1946.

El embajador chileno en España, Aurelio Núñez Morgado, habiendo oído que los anteriores intentos de rendición habían resultado fallidos, fue el 13 de septiembre a intentar la rendición del Alcázar. El coronel Moscardó envió a su ayuda de campo para saludar al embajador por un altavoz y para decirle que le prestarían atención sólo si el mensaje se cursaba «a través del Gobierno Nacional de Burgos». A partir de ese momento ya no hubo diálogo.

18 de septiembre de 1936

Desde el 16 de agosto, los republicanos habían estado cavando dos minas en la parte sudoeste del alcázar. La mañana del 18 de septiembre, las minas fueron detonadas por orden de Francisco Largo Caballero, destruyendo completamente la torre sudoeste del edificio y matando a los dos defensores que se encontraban en ella.

Aproximadamente 10 minutos después de la explosión, los republicanos lanzaron cuatro ataques contra el alcázar con la ayuda de carros blindados y tanques. El ataque fracasó a causa de la enconada resistencia de los defensores pero los republicanos respondieron con continuos bombardeos de artillería durante la noche y durante todo el día siguiente.

Además, los escombros de la torre sudoeste fueron en realidad un obstáculo para los atacantes pues sirvieron como buen parapeto para que los sitiados se escondieran hábilmente entre las ruinas e hicieran fuego desde ellas.

19 de septiembre-26 de septiembre de 1936

Francisco Largo Caballero visita el asedio del Alcázar, acompañado de oficiales y milicianos.

El bombardeo de los edificios periféricos dio buen resultado pues la comunicación entre ellos y el alcázar llegó a ser imposible. La retirada de los edificios fue ordenada la noche del 21 de septiembre, la guarnición fue utilizada para defender lo que quedaba del alcázar.

Los republicanos atacaron los edificios periféricos la mañana del 22 de septiembre, pero el progreso fue muy lento porque desconocían que los edificios habían sido abandonados. Ese mismo día, tropas sublevadas llegaban a seis kilómetros al sur de Toledo, lo cual motivó que las milicias republicanas se esforzaran en tomar el Alcázar lo antes posible.

A las 5 de la mañana del 23 de septiembre, los republicanos asaltaron las brechas del norte del alcázar y sorprendieron a los defensores lanzando granadas y dinamita. Los sublevados fueron forzados a retirarse al patio del alcázar pero contraatacaron para hacer retroceder el asalto. Un nuevo asalto al alcázar se intentó por la mañana; esta vez un tanque condujo la carga. 45 minutos después de que los soldados republicanos hubiesen atacado las brechas el ataque se había paralizado.

El día 24 de septiembre las tropas rebeldes al mando del general Varela estaban ya en los suburbios de Toledo y las milicias de la República debieron enfrentar sucesivamente a estos refuerzos del bando sublevado junto a los rebeldes del alcázar, lo cual hizo insostenible las posiciones republicanas.

Algunas milicias opusieron resistencia a los sublevados en Toledo, pero la mayoría de los milicianos prefirió retirarse hacia Aranjuez temiendo ser atrapadas en un nuevo cerco, facilitando que las tropas de Varela dominaran por completo la ciudad de Toledo y enlazaran con los sitiados del alcázar el 27 de septiembre de 1936, terminando así el asedio.

Consecuencias

Heinrich Himmler visitando el Alcázar junto a José Moscardó en octubre de 1940.

La toma de Toledo por las columnas de Franco había sido espectacular, pero nadie hubiera podido pedir entonces, ni las pidió, responsabilidades a un Gobierno que acababa de asumir sus funciones.26​ Aparte de una fábrica de armas, Toledo era una ciudad sin importancia militar para ninguno de los dos bandos.

Las fuerzas rebeldes estaban aisladas, mal equipadas y sin condiciones para conducir una operación ofensiva. Aun así, los republicanos se obcecaron en conquistar el alcázar con hombres, artillería y armas que podían haber sido usados para parar el avance de los franquistas en el frente. El Gobierno republicano pensaba que al estar la guarnición del alcázar 70 km al sudoeste de Madrid y sin ayuda de otras fuerzas sublevadas, al conquistarlo, sería una fácil propaganda victoriosa.

La prensa fue invitada por el Gobierno para ver la explosión de las minas en el alcázar, el 18 de septiembre, pero hasta el 29 de ese mes no entró en el alcázar, ya con la invitación de los rebeldes.

La decisión de Franco de rescatar a los defensores del alcázar fue muy controvertida. La ofensiva de Juan Yagüe apuntaba hacia Madrid, pero ocupó antes el valle del Tajo. El día siguiente a la caída de Talavera los sublevados tomaron Irún, después de un cerco muy duro, lo que impedía todo contacto con Francia de la zona vasca leal a la República. El 8 de septiembre se unieron a las tropas de África las de las montañas de Gredos. Todo parecía inclinarse en favor del Movimiento.

Franco no forzó la marcha hacia Madrid aprovechando el ímpetu del ataque y la inadecuada defensa que entonces oponía la ciudad. En vez de ello, hizo girar las tropas hacia Toledo para acudir en auxilio de los sitiados del Alcázar.

Como Yagüe protestó (enfadado) contra esta decisión, Franco le sustituyó por Varela, que acababa de tomar la localidad malagueña de Ronda el 18 de septiembre. La ambición política llevó a Franco, entonces un primus inter pares, a convertirse en «el salvador del Alcázar» y jefe indiscutible del Movimiento. Se ha dicho que podía conseguirlo también con la toma de Madrid, pero Toledo suponía un riesgo muchísimo menor.

Con posterioridad, Franco reconoció a un periodista portugués: «Cometimos un error militar y lo cometimos deliberadamente».​ Prefirió salvar las vidas de sus compañeros sublevados y elevar la moral de su bando con tal golpe de efecto propagandístico.

Al día siguiente, el alto mando afín a Franco se reunió en el aeródromo de Salamanca, le confirmó en su condición de Generalísimo y le confirió el cargo de Jefe de Estado. Como resultado de su decisión, las operaciones bélicas se detuvieron desde el 21 de septiembre (toma de Maqueda) hasta el 7 de octubre (reinicio de la marcha sobre Madrid).

Franco convirtió la liberación de Toledo en un valioso golpe de efecto internacional, llegando a recrearlo, recorriendo los escombros, para las cámaras de los noticiarios que se proyectaron en salas de cine de todo el mundo. Toledo es un lugar de enorme importancia simbólica y patriótica desde la Reconquista.

Discrepancias con la versión oficial

En 1964 desde su exilio en París Luis Quintanilla Isasi publica una libro donde se pone en cuestión la versión oficial del asedio al alcázar de Toledo y el mito montado en torno al mismo. Ese libro, titulado Los rehenes del Alcázar de Toledo fue reeditado en el año 2015. En él se expone la poca relevancia que tenía la plaza y lo desequilibrado de los bandos enfrentados.

Pone en valor los más de las 500 personas, en su mayoría mujeres y niños, que quedaron encerrados en la fortaleza y que sirvieron de rehenes. También afirma que la conversación telefónica en la que se instaba al general Moscardó a rendir el alcázar si no quería que fusilasen a su hijo no existió.

Quintanilla afirma:

Que no hubo tal heroísmo de los sitiados y solo la espera que les sacase de su autoencierro, el absurdo de la amenaza telefónica sin relación con la muerte del hijo del ‘héroe’ y los rehenes, motivos estos de haber divulgado al mundo la leyenda del Alcázar.

y que

‘la defensa del Alcázar de Toledo’, igual que si fuese la trascendental defensa de una posición clave que contiene el avance de un ejército; por ejemplo, el alemán delante de Verdún en 1916. Y el Alcázar no contuvo nada, ni controló la provincia toledana ni tan siquiera la ciudad; sólo distrajo las mal equipadas y peor entrenadas fuerzas de unos dos mil milicianos y el empleo de varios cañones que pudieron servir en otro frente de mayor importancia. 

Lo justo y preciso es decir ‘los defendidos por el Alcázar’, cuyos sólidos muros de piedra y su emplazamiento protegieron a los autoencerrados en él. Para un ejército bien equipado, ya en 1936, su destrucción total, su arrasamiento, hubiera sido cuestión de poco tiempo, y ningún militar capacitado, si pretendía colaborar con eficacia a la sublevación armada contra el pueblo, hubiera embutido allí todas sus fuerzas, teniendo la magnífica línea defensiva del promontorio de la ciudad y sus viejas murallas al norte, protegido el resto por el río Tajo. 

Pero ya veremos cómo, desde el fracaso de los sublevados en Madrid, la única intención de los rebeldes de Toledo fue la de esperar que sus compañeros les librasen del encierro. 

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