La Masacre de Nankín
La Masacre de Nankín, también conocida como las Violaciones de Nankín, fue un episodio de asesinatos y violaciones en masa cometido por tropas japoneses en la ciudad china de Nankín durante la Segunda Guerra Sino-japonesa, en la antesala de la Segunda Guerra Mundial.
La masacre ocurrió durante un período de seis semanas que comenzó el 13 de diciembre de 1937, el día en que los japoneses toman Nankín, capital china de la época. Durante dicho período, decenas de millares (o incluso centenas de millares) de civiles chinos y combatientes desarmados fueron asesinados por soldados del Ejército Imperial japonés.
Las violaciones y saqueos también estuvieron a la orden del día. Varios de los principales responsables de las atrocidades, tachados de criminales de guerra, fueron finalmente juzgados y culpados después de la Segunda Guerra Mundial por el Tribunal Militar Internacional para el Extremo Oriente y por el Tribunal de Crímenes de Guerra de Nankín: terminarían siendo ejecutados.
Uno de los responsables clave, el príncipe Asaka, miembro de la Familia Imperial nipona, escapó a las acusaciones por tener inmunidad, que le había sido anteriormente concedida por los Aliados.
El número de muertos en la masacre no puede estimarse con precisión porque la mayoría de los registros militares japoneses sobre los asesinatos fueron destruidos deliberadamente o mantenidos en secreto tras la rendición de Japón en la Segunda Guerra Mundial en 1945.
El Tribunal Militar Internacional para el Extremo Oriente calculó, en 1948, que más de doscientos mil chinos fallecieron en la Masacre de Nankín. Las estimaciones oficiales de China suben la cifra de muertos hasta los trescientos mil. El número de muertos ha sido objeto de controversia, ya que otros rebajan la cifra a solo cuarenta mil. En cualquier caso, la amplitud de la barbarie fue aterradora.
La Masacre de Nankín sigue siendo una cuestión política controvertida, dado que varios de sus aspectos fueron contestados por algunos revisionistas históricos y japoneses nacionalistas, que alegan que las atrocidades fueron exageradas o inventadas con fines propagandísticos.
Como resultado de los esfuerzos nacionalistas japoneses de negar o de racionalizar los crímenes de guerra, la controversia en torno a la masacre sigue siendo un obstáculo en las relaciones entre China y Japón, y mina también las relaciones de Japón con otras naciones del Pacífico, como Corea del Sur y Filipinas.
La negación de la masacre se volvió por tanto un punto importante del nacionalismo nipón. En Japón, la opinión pública de la masacre varía, aunque son pocos los que niegan su ocurrencia. No obstante, las tentativas recurrentes de los negacionistas de propiciar una versión revisionista del incidente crearon una polémica que repercute periódicamente en la diplomacia de nuestros días.
El camino hacia Nankín…
El 7 de julio de 1937, el Ejército Imperial del Japón inicia la ejecución de estrategias para la conquista de Nankín. A comienzos de agosto de 1937, la Marina Imperial Japonesa está situada en la costa e inicia sucesivos disparos de cañones contra la costa china, dando inicio al desembarco del ejército nipón comandado por el mariscal Kotohito Kan’in.
El desembarco de las tropas japonesas en territorio chino fue constante hasta finales de agosto de 1937, estructuradas en nueve unidades de infantería y dos de artillería en la costa china, con rumbo a la ciudad de Shanghái, sometida a fuertes bombardeos aéreos. En un único frente, conquistan las cercanías de Shanghái a finales de octubre de 1937, dando comienzo la batalla final por la conquista de esta ciudad, que culminaría tras cuatro meses de lucha.
Shanghái fue conquistada finalmente a finales de noviembre de 1937. En ese momento, el Ejército Imperial Japonés inicia su organización en dos frentes: uno al norte y otro al sur de Nankín. Dividiéndose en dos compañías, los efectivos japoneses se encuentran a 300 km de Nankín.
El ejército chino y los civiles se baten en retirada rumbo a Nankín, la capital, tras la derrota brutal sufrida en Shanghái. Adoptaron la táctica de destrucción de recursos y estructuras (al estilo de la “tierra quemada” soviética) que pudieran ayudar a los japoneses a reestructurarse para ganar fuerza y marchar en dirección a Nankín.
El ejército chino estructuró un nuevo frente dividido en tres compañías, la primera al norte, la segunda al sur y la tercera al este de Nankín, bélicamente inferiores al Ejército Imperial japonés. Contando solamente con un apoyo terrestre, precariamente estructurado, arrancan los combates a 300 kilómetros de Nankín.
La tercera compañía al este de Nankín inicia su combate contra el Ejército Imperial japonés atacando a la compañía del norte, compañía comandada por el general Matsui, con seis unidades de infantería y una de artillería.
La compañía situada al este resulta vencida por la compañía del norte del Ejército Imperial japonés, que marcha en dirección a su posición al norte de Nankín.
Militarmente superior a la compañía del sur, abre dos frentes al norte de Nankín contra la primera compañía del ejército chino al norte.
La segunda compañía al sur inicia los combates contra la compañía del Ejército Imperial japonés comandada por el general Yanagawa Heisuke. Ambas compañías chinas son derrotadas y obligadas a recular a la ciudad de Nankín, para tratar de abrir una nueva resistencia.
La tercera compañía comandada por el general Nakajima Kesago, junto con las otras dos, atacan el 5 de diciembre de 1937 los alrededores de las murallas de la ciudad de Nankín al este, comenzando así una batalla que duraría hasta la toma de la ciudad el 13 de diciembre de 1937.
El general Tang Shengzhi, responsable de las tropas chinas, recibe la dura misión de defender Nankín. Sus tropas habían sufrido ya importantes bajas contra los japoneses en Shanghái, destruida por el Ejército Imperial japonés y testigo de la brutalidad nipona contra la población civil.
El ejército chino, comandado por el general Tang Shenzhi se aísla en la ciudad de Nankín. El general Chen Cheng y el líder político-militar Chiang Kai-shek, conjuntamente planean una retirada de las tropas de élite, alegando que serían liquidadas innecesariamente por los japoneses.
El general Tang Shengzhi declara públicamente que mantendrá el frente ante las tropas del ejército japonés y que morirá en la ciudad de Nankín, acompañado de su ejército y de los civiles. Decide entonces reclutar a 100.000 nuevos soldados en la ciudad, aunque muchos de ellos no tenían experiencia ni formación militar alguna: serían carne de cañón.
El general Tang Shengzhi queda aislado en la ciudad sin apoyo terrestre o aéreo, sus tropas estaban sin comunicación y sus recursos bélicos sufrían constantes pérdidas, lo que originaba incontables deserciones y pánico entre la población civil.
El líder político-militar Chiang Kai-shek y el general Chen Cheng deciden finalmente retirarse de la ciudad de Nankín con las tropas de élite, como habían planeado, bajo los incesantes bombardeos de la fuerza aérea imperial nipona.
La ciudad de Nankín sufría constantes bombardeos aéreos y estaba cercada por unidades de infantería y de artillería japonesas. Llegado el momento, el príncipe teniente general Asaka Yasuhiko ordenó el asalto final a la ciudad de Nankín.
Todas las unidades de infantería del Ejército Imperial japonés atacaron simultáneamente la ciudad de Nankín, liquidando al ejército chino y a los civiles por orden del príncipe teniente general Asaka Yasuhiko, que había exigido matar a todos los prisioneros de guerra sin contemplaciones. Hombres, mujeres y niños fueron brutalmente asesinados durante y tras la ofensiva de los japoneses.
La Masacre de Nankín
El 13 de diciembre de 1937, el príncipe teniente general Asaka Yasuhiko le ordena al ejército entre el japonés asaltar la ciudad de Nankín, con nueve unidades de infantería, con la orden de ejecutar a todos los prisioneros de guerra que fueran capturando.
Las tropas japonesas asaltaron la ciudad de Nankín con una furia homicida: las calles terminaron repletas de civiles, moribundos junto a soldados chinos que se batían en una desorganizada retirada. Civiles y soldados chinos fueron fusilados en las propias calles por los soldados japoneses, que buscaban neutralizar por completo la resistencia de civiles y militares.
Los japoneses consiguieron el control total de la ciudad de Nankín en pocas horas tras el inicio del asalto e iniciaron la “organización”, es decir, el asesinato de prisioneros de guerra, militares y civiles de forma furibunda, organizada y homicida.
Los militares chinos que lograron sobrevivir al asalto de los japoneses fueron identificados entre los civiles y separados. Todos los soldados chinos capturados fueron torturados, fusilados o decapitados: se produjo una auténtica carnicería humana.
Pero los civiles no escaparon de la ira nipona tras el asalto de Nankín: hombres, mujeres y niños fueron asesinados brutalmente sin ninguna clase de piedad, antes de proceder a la organización civil de la ciudad ya ocupada. Tras la masacre inicial, los civiles fueron separados por edad y por sexo.
Millares de civiles fueron fusilados también después de la organización civil. Por ejemplo, varios centenares de personas (mujeres, hombres y adolescentes) fueron llevados a una cantera en la que había un inmenso cráter. Los soldados japoneses obligaron a los civiles chinos aglomerarse en torno al cráter y minutos después los rodearon, portando ametralladoras y fusiles. Acto seguido, abrieron fuego contra ellos.
Los soldados japoneses, comandados por el general Iwane Matsui a partir de diciembre de 1937 cometieron una de las mayores atrocidades de la historia contemporánea: lo que se conoce como las violaciones de Nankín. La guerra llevada a cabo por el Imperio del Sol Naciente adquiría por momentos tintes sádicos.
Con la captura de Nankín, la masacre se convirtió en una disciplina deportiva y una forma de divertirse: los soldados japoneses competían, por ejemplo, por la rapidez y la eficacia a la hora de decapitar a los prisioneros.
La deshumanización del enemigo alcanzaría una dimensión dramática cuando en vez de utilizar animales las vivisecciones pasaron a ser practicadas entre civiles y militares chinos. Los prisioneros eran también usados como objetivos vivos para los soldados japoneses en los ejercicios de asalto con bayonetas.
La deshumanización también afectó a las mujeres y a los adolescentes. Los soldados japoneses los buscaban por las casas y en las calles, así como los templos, para cometer violaciones colectivas e individuales.
Las atrocidades de Nankín continuaron hasta febrero de 1938. Actualmente, el gobierno japonés niega muchos hechos y relatos recogidos en documentos oficiales chinos. Muchas de las informaciones sobre este triste episodio en la antesala de la Segunda Guerra Mundial, que son de libre acceso al público, son aportados por ONGs y por otras instituciones no gubernamentales que divulgan materiales fotográficos y documentos oficiales.
Entre 150.000 y 300.000 personas fueron ejecutadas en las condiciones más atroces (mujeres violadas, hombres torturados, niños enterrados vivos). La ciudad fue saqueada e incendiada. La masacre de Nankín fue el único crimen de guerra que se trató por separado en los juicios del Tribunal de Tokio, tras el fin de la Segunda Guerra Mundial. El general Iwane Matsui fue condenado a muerte por no haber impedido la carnicería cometida por las tropas bajo sus órdenes.
[+ Información - segundaguerramundial]
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