Mariana era hija del emperador Fernando III del Sacro Imperio Romano Germánico y de la infanta María Ana de España, hija a su vez del rey Felipe III de España.
Desde niña estuvo comprometida con su primo Baltasar Carlos, Príncipe de Asturias, pero al morir éste inesperadamente joven en 1646, el rey Felipe IV de España, viudo tras la muerte de su primera esposa, Isabel de Francia se ofreció como novio de la joven archiduquesa austríaca.
El matrimonio tuvo lugar el 7 de octubre de 1649 en Navalcarnero, cerca de Madrid, pasando la noche de bodas en El Escorial.
De esta unión nacieron varios hijos, pero únicamente dos alcanzaron la edad adulta: la infanta Margarita Teresa, posteriormente Emperatriz del Sacro Imperio Romano Germánico por su matrimonio con el emperador Leopoldo I en 1666; y el futuro Carlos II.
Al fallecer su esposo en 1665, Mariana se convirtió en regente del reino durante la minoría de edad de su hijo. Figura más que influyente en su gobierno habría de ser su confesor, el padre Juan Everardo Nithard, que encontró la fuerte oposición de Don Juan José de Austria, único hijo natural reconocido de Felipe IV y enemigo acérrimo de Mariana.
España se vio involucrada al poco tiempo en la guerra de Devolución (1667–1668) con Luis XIV de Francia, tras la que se firmó el tratado de la paz de Aquisgrán en 1668. Fernando de Valenzuela sustituyó a Nithard en el favor de la reina en 1673.
Sin embargo, aquel mismo año Mariana sufrió un rudo golpe al recibir la noticia de la muerte de su hija, la emperatriz Margarita Teresa, en Viena. Dos años más tarde, en 1675 la regencia llegó a su fin a debido a la mayoría de edad de Carlos II, pero Mariana siguió influyendo bastante en su débil hijo, salvo durante el período comprendido de 1677, en que Juan José de Austria se hizo con el poder y la confinó en Toledo, hasta 1679, fecha de la muerte de éste.
Sus últimos años fueron especialmente difíciles debido, entre otras cosas, a sus frecuentes peleas con su segunda nuera, Mariana de Neoburgo. Asimismo, la muerte de su nieta María Antonia de Austria, esposa del elector Maximiliano II Manuel de Baviera, en 1692 fue un terrible golpe para ella; sin embargo, el único hijo sobreviviente de la pareja, el príncipe José Fernando de Baviera, se convirtió en uno de los pocos consuelos que Mariana tuvo durante sus últimos años de vida.
A principios de 1693 escribía desde el Palacio del Buen Retiro las siguientes palabras al elector Maximiliano Manuel acerca del pequeño José Fernando:
«Quiera Dios conservarlo para consuelo de Vuestra Alteza y mío, porque llevo a ese niño dentro del corazón, por ser lo único que me ha quedado de mi hija».
No mucho tiempo después, a Mariana se le diagnosticó cáncer de pecho. Ésta fue la causa de su muerte, ocurrida el 16 de mayo de 1696 en Madrid, «cuando las tinieblas cubrían por completo la luz de la luna».
Más de tres años después, durante el otoño de 1699 el embajador austríaco en Madrid, Conde Harrach, acompañó a los reyes a pasar una temporada en El Escorial y cuenta que, aprovechando la ocasión, se decidió cambiar algunos féretros de lugar.
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