Unas 20.000 mujeres clamaron por la igualdad en la década de los 30. En plena Guerra Civil tuvo lugar una revolución feminista que deja un legado imborrable y más necesario que nunca.
Mujeres anarquistas que componían la agrupación Mujeres Libres | CGT
"Sin que pretendamos ser infalibles, tenemos la certeza de llegar en el momento oportuno. Ayer hubiera sido demasiado pronto; mañana, tal vez, sobrado tarde".
En la tarde del dos de mayo de 1936, esta declaración de intenciones reúne a numerosos curiosos frente a un titular breve y directo. El ambiente está enrarecido. La Falange está cobrando fuerza en los núcleos urbanos y José Antonio Primo de Rivera lleva poco más de un mes detenido. Las tensiones políticas e ideológicas son palpables en las reuniones familiares y entre amigos; el nerviosismo y la violencia invade las calles. Pero nadie sabe lo que se avecina.
Así lo recuerda Adela Gómez, que dice atesorar como un niño los recuerdos de toda una vida. Tiene 94 años tirando a 70. "Corazón socialista", argumenta para razonar que el tiempo casi no pasa a su lado. Aunque ya no vota al PSOE. Ya no vota. Aquella tarde, 77 días antes del estallido de la Guerra Civil, acompaña a Pedro y a Juana, sus padres, por el Paseo de la Castellana.
Juana ya ha visto a varias mujeres sentadas en bancos de piedra ojeando un peculiar panfleto. Se ha fijado en el título de la publicación y le ha llamado la atención. Unos cuantos metros más adelante, paran frente al puesto de prensa. Juana pide algo de suelto a Pedro para comprar y se dirige al vendedor: "La revista de Mujeres Libres".
Adela reconoce que se acuerda bien de aquella tarde de mayo porque su madre se la recordaría tiempo después en varias ocasiones, las que leía junto a ella cuatro de los números publicados, de los cuales guarda ahora, 83 años después, algunos recortes. "Puede ser que yo haya quitado o añadido algo, pero es lo de menos, ¿no? Aquello fue maravilloso".
Vaya si lo fue. 800 palabras de la reconocida anarquista Emma Goldman dan pie al inicio de una revolución nunca vista con anterioridad en España, iniciada en la primavera de 1934.
"Me sorprendió dolorosamente el atraso de la mujer española [...]; su acatamiento a la imposición de dos morales distintas, una para el hombre y otra para la mujer; su esclavitud, en fin, que las reduce a sirvientes y portadoras de toneladas de hijos. Estoy entusiasmada de saber que unas camaradas españolas siguen, por fin, el camino emprendido hace tiempo por las compañeras de otros países".
En Goldman se apoyan reconocidas activistas como Amparo Poch, Mercedes Comaposada, Federica Montseny, Lucía Sánchez y Carmen Conde, entre otras, para romper con el machismo imperante en España; aquel que venía rigiendo la estructura social española de siglos anteriores y que aún se mantenía en años de la II República.
Mujeres Libres no solo es una declaración de intenciones, va mucho más lejos. Por primera vez las mujeres unen su voz en decenas de columnas y reportajes con carácter demoledor para denunciar y responder contra todo aquello que obedece de forma exclusiva a un sistema patriarcal con descarados tintes misóginos y discriminatorios.
Su reivindicación escrita tiene un firme objetivo en forma de himno feminista: "Puño en alto mujeres de Iberia hacia horizontes preñados de luz por rutas ardientes; los pies en la tierra, la frente en lo azul. Afirmando promesas de vida, desafiamos la tradición.
Modelemos la arcilla caliente de un mundo que nace del dolor. Que el pasado se hunda en la nada, qué nos importa el ayer. Queremos escribir de nuevo la palabra mujer". Mensaje directo a las obreras marginada, a la mujer de a pie sin más derechos que los de su marido, padre o hermano.
A lo largo de casi tres años y más de 250 páginas, Mujeres Libres enarbola la bandera de la lucha contra la opresión y la violencia de género en todos sus aspectos: carga contra un sistema de leyes que sigue rechazando la igualdad, contra la explotación laboral de las trabajadoras, contra la prostitución, contra la segregación en la educación; en definitiva, contra una moral que entendía como norma necesaria la reducción de la mujer a un rol puramente servicial y secundario en pos del amor libre.
Ellas sentencian esa afirmación: "Pasaron los tiempos de discutir hipotéticas superioridades; estamos en la hora de las demostraciones prácticas, y la mujer ha demostrado que sabe administrarse y valorizarse; esto es, que posee una capacidad indiscutible".
El valor de la acción social del movimiento cobra especial importancia tras el comienzo de la Guerra Civil: es aquí cuando Mujeres Libres deja de ser una idea sobre la que asentar los cimientos de un progreso ligado al feminismo, y pasa a ser una realidad: la Federación Nacional de Mujeres Libres llama a la participación de la mujer en la guerra contra el fascismo que propugna el bando de los sublevados. La capacitación de la mujer en plena guerra
"Aquello era horrible. Muchas veces no sabía si mis padres volverían a casa o les pasaría lo que a mi tío, que murió casi sin haber vivido. Pero ellos parecían encantados de estar metidos en esos líos". Recuerdos Loyola sufrió ese temor de forma constante con sólo once años, y se extendió prácticamente durante todo el franquismo.
La razón de ser de su miedo tenía sentido: tanto su madre como su padre eran anarquistas, y si uno militaba en la CNT, la otra lo hacía en Mujeres Libres, ambos desde Barcelona. Lourdes no era la única.
Durante los años en los que la Federación Nacional de Mujeres Libres se mantuvo activa, la agrupación feminista logró contar con 20.000 afiliadas en 170 secciones divididas a lo largo y ancho del territorio español.
El objetivo del movimiento, autónomo entre las distintas asociaciones que planteaban la lucha antifascista, estaba marcado desde el primer momento: "La lucha por la liberación femenina" con intención de "aportar una ayuda ordenada y eficiente a la defensa de nuestra República". Así, al menos, lo entendió la anarquista y cofundadora de Mujeres Libres Concha Liaño en una entrevista de 1999.
Y así parecieron entenderlo también las otras fundadoras y militantes de la organización, pues Mujeres Libres, que en su comienzo planteó la revista como un modelo de pedagogía para la mujer trabajadora, pronto se ayudó de sus 14 números para efectuar una labor informativa sobre el estado y el avance del frente republicano durante la guerra; una labor informativa dirigida casi de forma exclusiva a todas las seguidoras del movimiento, que a su vez vetó la colaboración masculina en cada una de sus acciones.
La revolución feminista que estaba viviendo España a través de esta organización no solo entendió imprescindible y prioritario la incorporación de la mujer al mercado laboral remunerado y la alfabetización de la misma.
Columna de 'Elogio del amor libre' en Mujeres Libres | CNT
Las mujeres libres de España se unieron en armas a los aliados de la República. Siempre como grupo independiente al resto de organizaciones de izquierda, hicieron frente al alzamiento militar fascista, lucharon como milicianas en los frentes de batalla y en las retaguardias, manteniendo a raya a los sublevados y ganando metros en el campo de baralla -especialmente en Aragón y Cataluña- contra los sublevados.
Por casa de Recuerdos desfilaban todo tipo de militantes que planteaban a golpe de risa y discursos eternos las múltiples formas de dar vida a la lucha contra la opresión. "Yo veía a mi madre en el salón con sus amigas, a veces muy serias y a veces muy divertidas. Y no dejaba a mi padre pasar hasta que terminaban", cuenta, y añade: "Era oírlas y parecía que habían ganado".
Lourdes y sus compañeras no fueron sino una pequeña parte de un ideario que superó todo pensamiento político. Dieron a conocer la capacidad, la valentía y el espíritu libertario de la mujer obrera en todas sus formas, si bien, concluida la guerra, la terrible victoria del franquismo y el machismo las llevó a un irremediable y extenuante exilio.
Lourdes y su marido tuvieron mejor suerte: pudieron mantenerse en la ciudad condal durante toda la dictadura pese a la caza de brujas iniciada por los enemigos de la República. Como ella, un gran número de activistas siguió luchando por los jamás reconocidos derechos de la mujer desde la clandestinidad, porque aquello, según concluye Recuerdos, "valía más la pena que cualquier otra cosa".
Tanto la agrupación como la revista de Mujeres Libres sufrieron un abrupto final en el otoño de 1939. Ahora, 80 años después, en un país asentado en una democracia adolescente que sigue ignorando la demostración de fuerza y voluntad que abandera diariamente la mitad de su población frente a todos los obstáculos impuestos por un pasado convertido en presente, que no reconoce su problema de base y que no centra todos sus esfuerzos en ser referente del feminismo, se antoja más necesario que nunca una revolución social sin precedentes que frene y ataque todo aquello que impida la igualdad real. Solo así serán las mujeres libres mañana.
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