miércoles, 4 de marzo de 2020

13 Curso de Photoshop - Añadir marcas de agua con Photoshop



A la hora de subir sus fotografías a Internet, a muchos fotógrafos les gusta añadir marcas de agua con Photoshop que sirve, simultáneamente, para dar a conocer su nombre y proteger la fotografía de usos no autorizados.

Una marca de agua, idealmente, debe ser lo suficientemente sutil como para no estropear la contemplación de la fotografía sobre la que se plasma y, al mismo tiempo, permitir que se vea claramente la firma que contiene.

Con Photoshop podemos añadir marcas de agua a nuestras fotografías de una en una pero es un trabajo un poco tedioso, especialmente, si decidimos añadir la marca de agua no una imagen individual sino una colección con decenas o cientos de ellas. Si eso es lo que necesitamos hacer, lo lógico es recurrir a una acción de Photoshop que realice el trabajo por nosotros sin que tengamos que perder nuestro tiempo.

En el tutorial de Photoshop que viene a continuación se enseña a crear un proceso mediante el que podemos añadir marcas de agua de forma automática y hacer que éstas tengan el mismo tamaño independientemente de las dimensiones y la orientación de la fotografía en la que la plasmamos.




La forma de conseguir esto es mediante la creación de dos acciones de Photoshop, una para fotografías horizontales y otra para las verticales, más una tercera acción condicional que aplica automáticamente una u otra en función de la orientación que detecta en la imagen. Todo ello sin que el fotógrafo tenga que intervenir.

Para que todo esto se pueda aplicar a decenas o cientos de imágenes, usamos una herramienta de Photoshop muy potente: el Procesador de imágenes que es capaz de aplicar las acciones a directorios completos y sacar copias con marca de agua en el formato y tamaño que deseemos.

Fuente del texto: fotografodigital 

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domingo, 1 de marzo de 2020

El amante - Marguerite Duras


En 1984 la escritora francesa Marguerite Duras obtuvo un inesperado éxito -y el premio Goncourt- con un breve libro, El amante, escrito tan solo en cuatro meses e inspirado en una serie de fotografías familiares de su adolescencia y juventud. Dueña de un estilo pulcro y preciso, la obra pasó como una novela autobiográfica, aunque bien pudiera ser una autobiografía a secas si en su momento la autora hubiera aclarado lo que había de realidad y de ficción en las páginas recién publicadas.

Se cuidó muy bien de revelar nada en este aspecto, sobre todo por la escabrosa temática que recogía la obra: la relación sexual entre una niña de 14 años y un joven de 26 en la Indochina de entreguerras.

Sin duda esa niña era la propia Marguerite Duras, y el muchacho con el que se inició en el sexo se trataba del hijo de un millonario chino que también existió en la realidad, y cuya muerte, en 1990, propició que la escritora volviera sobre este mismo texto para rehacerlo de un modo más literario y cinematográfico bajo el título El amante de la China del Norte, y de camino protestar contra el guion adaptado que estaba escribiendo Jean-Jacques Annaud sobre la novela original.
Lo cierto es que quien haya visto la película se ha perdido la esencia de esta exquisita novela. El erotismo que destilan sus páginas no se basa en la descripción de escenas sexuales –en este sentido, solo hay un párrafo en toda la novela- sino en el ambiente corrupto, opresivo y enfermizo en el que se desarrolló la infancia y adolescencia de la escritora.
Esa niña que fue Marguerite Duras escogió el sexo como una válvula de escape frente a los problemas familiares que sufría en su casa. A su padre apenas lo conoció y su madre era una mujer inestable, desquiciada, agotada mentalmente, unida a su hijo mayor por un descomunal complejo de Edipo que la incapacitaba para tomar cualquier decisión que no fuera complacer a éste en todos sus vicios y caprichos.
En estas circunstancias, la relación de la madre con sus otros dos hijos –la adolescente y su hermano menor, hijo adoptado- no es que fuera problemática: era más bien desesperante. La niña tenía pocas salidas más que soñar en un mundo sin la pesada herencia familiar y alimentar los deseos de convertirse en una mujer adulta, independiente, cosa que hizo vistiéndose con la ropa y los zapatos más escandalosos de su madre.
De esta forma llama la atención de un joven que asiste todas las mañanas desde su limusina a la entrada de ella en el colegio hasta que un día decide llamarla para que entre en el vehículo y posteriormente la lleva a un apartamento donde la desvirga, dando comienzo a una extraña serie de encuentros eróticos.
La relación entre el poder y el sexo siempre ha sido fascinante. En esta novela el poder de la madre (o su falta de poder, si se quiere, ya que lo delega en su hijo mayor) se contrapone al poder del joven millonario, que por otro lado tampoco lo ostenta, ya que está en manos de su padre y de las convenciones culturales de la época que hacían imposible la unión de un chino con una mujer de raza blanca, aparte de la odiosa desigualdad económica entre la pareja.
¿Qué es lo que hace diferente a esta novela erótica? La atmósfera malsana en la que se desenvuelve. Cada encuentro sexual entre los jóvenes es una especie de burbuja irreal y a la vez salvífica que los redime de la miseria moral que sufren en su vida diaria. Nótese que la relación de un adulto con una niña debería ser el motivo escandaloso desde el punto de vista de la moralidad y, sin embargo, las condiciones en las que se desarrolla la convierten en lo único digno de esta historia.
En este aspecto colabora decididamente la prosa delicada, poética y rigurosa de Marguerite Duras: hay una pureza en las intenciones de los jóvenes, una inocencia en la conducta de la niña, que transforma ese sexo furtivo en un acto de santidad laica. En medio del dolor, de la muerte, del miedo, de la corrupción del dinero, incluso del incesto, el sexo entre estos dos seres marginados se muestra como una especie de forma inmaculada de supervivencia.
En aquel año de 1984, Marguerite Duras acababa de salir de una brutal cura de desintoxicación alcohólica. Su mirada sobre aquella niña que fue, sobre esa historia no superada de su infancia, es de una virginidad apabullante. Es imposible imaginar insanas intenciones en el joven millonario que cada día va a esperar a su amante a la salida del colegio y, sin embargo, una vez cerrado el libro, fuera de la influencia hipnotizadora de la prosa de la escritora francesa, cabe la duda acerca de la belleza de esa relación.
Tal vez por eso Marguerite Duras rehusó incluir escenas explícitas de sexo en los encuentros de los amantes: hubiera sido como manchar la podredumbre que representa todo el resto de la novela, y este tal vez fue el mayor error que cometió Jean-Jacques Annaud en su película: el sexo es sucio cuando la mente de quien lo piensa o lo contempla está infestada de prejuicios.
El director francés quiso recuperar la hermosura del texto convirtiendo la relación en una historia de amor imposible, desesperante, derrotada de antemano por las circunstancias; es decir, en una trama convencional. Aunque hay momentos en que puede deducirse algo de ello, en la novela este cariz de la historia apenas queda vislumbrado, y en todo caso siempre por parte del joven chino, al que espera un matrimonio de conveniencia concertado por sus padres y que, en determinados momentos, se ve atacado por ese conflicto entre la vida y la muerte, tan presente en la novela.
Pero afortunadamente no hay esa pasión desesperada en el libro, esa urgencia del encuentro entre dos cuerpos. La pareja se acuesta dentro de una rutina perfecta que da brillo a sus vidas. Suponemos que saben que aquello tendrá su fin, pero la escritora no se recrea en ello, dando tan solo sabias pinceladas de cómo afecta el riguroso futuro a los protagonistas, sobre todo a través de frases cortas y sobrecogedoras pausas. Ellos mantienen la dignidad de sus mentes a través de sus cuerpos, toman el sexo como algo bello, liberador, vitalista, percepción que se incrementa con la sensualidad y los silencios con los que está escrita esta magnífica obra.
El amante. Marguerite Duras. Tusquets.

Fuente del texto: cicutadry 

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El Mardi Gras



Hoy se celebra el Mardi Gras, así que nos hemos venido hasta al barrio de Tremé, en Nueva Orleans. La foto que te mostramos forma parte del conjunto escultórico del parque Louis Armstrong, y representa una de las bandas tradicionales que hoy invadirán las calles de este vecindario estrechamente vinculado al jazz.

Dentro del parque se encuentra Congo Square, un antiguo punto de encuentro para los esclavos de la ciudad, donde tocaban música e intercambiaban productos artesanales hechos a mano. Sin esta plaza, Nueva Orleans seguramente no habría sido lo que es hoy en día. Si tienes la suerte de visitar la ciudad y te gusta la música, no te olvides de darte un paseo por el lugar donde nació el sonido NOLA.

Sitúalo en el mapa - Escucha "Mardi Gras en Nueva Orleans"


¿Cuándo se celebra el Mardi Gras y por qué algunos le llaman Fat Tuesday?

Una tradición estadounidense llena de fiesta, diversión y algo de degenere. 



Mardi Gras es una celebración de Nueva Orleans que atrae a miles de turistas que desean experimentar una fiesta de proporciones demenciales. Pero ¿Qué es el Mardi Gras? ¿Cuándo se celebra? Y ¿Por qué algunos le llaman Fat Tuesday?

Mardi Gras es una fiesta cristiana que tiene lugar un día antes del Miércoles de Ceniza. Su historia data del siglo XVII cuando se llevaba a cabo para cerrar la temporada de Carnavales.

Se celebra en todo el mundo, sin embargo Nueva Orleans es el lugar donde los desfiles alcanzan los niveles más alocados e intensos del mundo. Sus máscaras, collares, trajes y carrozas son el pretexto perfecto para vivir un martes lleno de excesos y locura.


Mardi Gras significa Martes Graso en Francés, hace referencia al último día para disfrutar de los placeres gastronómicos y carnales antes de la época de cuaresma. Fat Tuesday solamente es su traducción al inglés.

Además de las carrozas y los disfraces, en Nueva Orleans se acostumbra regala collares a la gente que se reúne para ver pasar el desfile. Muchos luchan por obtener el mayor número de collares y hacen hasta lo imposible porque les regalen uno.

De ahí que se empezó la tradición de mostrar partes del cuerpo que normalmente están cubiertas con tal de llamar la atención de las personas sobre las carrozas y los balcones. Especialmente las mujeres quienes se descubren los senos sin ningún pudor.


Si deseas visitar la ciudad durante esta época más vale que reserves con antelación ya que los hoteles se llenan desde el fin de semana anterior al Fat Tuesday. Se estima que más de un millón de personas provenientes de otras ciudades inundan Nueva Orleans para disfrutar de la celebración.

No puedes dejar de probar los King Cakes, una especie de rosca de reyes adornada con los colores oficiales del Mardi Gras; El púrpura que significa “justicia”, el verde “fe” y el dorado que representa “poder”.

Así que ya lo sabes, si te gusta la fiesta, las aglomeraciones y una buena carga diversión no dejes de asistir al carnaval más alocado de Estados Unidos.

Fuente del texto: elsouvenir 

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miércoles, 26 de febrero de 2020

BREVE HISTORIA DE LA GUERRA CIVIL DE LOS ESTADOS UNIDOS - MONTSERRAT HUGUET

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Resumen 

?Una lectura muy recomendable para acercarse y entender uno de los momentos clave de los EE UU y sus míticos protagonistas (Lincoln, Lee, Grant, etc), que seguramente resultó definitivo para el paso hacia la modernidad de aquel país y su nacimiento como la gran superpotencia del siglo XX.? 
(Blog Best seller español) 

?Montserrat Huguet hace hincapié en la vida en el frente de los soldados. Hay abundante documentación de cartas y diarios. Dormían casi siempre al raso, se quejaban del frío o del calor, del polvo, de la humedad, del dolor de músculos y huesos y, en general.? 
(Blog El blog de Roge) 

La Guerra de Secesión configuró los Estados Unidos tal y como los conocemos ahora. Conozca la historia de este trascendental conflicto en el que estuvieron implicados personajes como Abraham Lincoln, el general Custer, el general Grant o Walt Whitman. 

Breve historia de la Guerra Civil de los EE.UU. busca dar una visión de conjunto, tratando la guerra como un fenómeno de raíces económicas y sociales, de pugna por el establecimiento de modelos económicos renovados. La situación de los esclavos en la América prebélica, en guerra y tras el conflicto, es central en el relato, y junto a ella el papel de la singular geografía americana en un conflicto tan descarnado como pueda serlo cualquier lucha civil en cualquier tiempo.

Montserrat Huguet busca dar una visión de conjunto, tratando la guerra como un fenómeno de raíces económicas y sociales, de pugna por el establecimiento de modelos económicos renovados y por supuesto la revisión de las formas de la política que se habían gestado durante la primera mitad del siglo.

Razones para comprar la obra: - La autora consigue con esta monografía explicar un conflicto bélico y la historia de un vasto territorio ocupado por dos naciones enfrentadas. El punto de vista que utiliza es diferente al de otras obras similares. - Una obra amena y muy documentada sobre un hecho histórico determinante, tanto para Estados Unidos como para la cultura popular de hoy día. - La obra está escrita con un estilo muy ágil.

Aporta, además, una abundante y determinante documentación adicional que permiten una mejor contextualización de la obra. - La autora es catedrática en la Universidad Carlos III. Lleva muchos años investigando Historia Internacional y Relaciones Internacionales, asunto sobre el que ha publicado monografías y ensayos, más de 80 títulos. Una visión de las situaciones bélicas y de los hombres y mujeres que hicieron posible la renovación de la sociedad y de las formas de vida de los Estados Unidos de América a finales del siglo XIX.

Fuente del texto: casadellibro

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¿ME HABLAS A MI? LA RETORICA DE ARISTOTELES A OBAMA - SAM LEITH

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Resumen 

La retórica está por todas partes. Cuando se hace una presentación ante un cliente importante, cuando un entrenador habla con sus jugadores en el descanso del partido, cuando se intenta convencer a los niños de que se coman la verdura.

Hace que los gobiernos triunfen o caigan, que los delincuentes sean condenados o liberados y que hombres adultos y sensatos marchen decididos hacia las ametralladoras. La retórica es lo que convence y engatusa, inspira y embauca, entusiasma y engaña. Y no es solo el territorio de los políticos.

¿Qué ha hecho la retórica por nosotros? Para empezar, ha creado prácticamente toda la civilización occidental. ¿Qué es la democracia sino la idea de que el arte de la persuasión debe ocupar formalmente el centro del proceso político?

¿Qué es la ley sino una forma de otorgar a las palabras fuerza formal en el mundo y qué es un tribunal sino un lugar en el que el arte de la persuasión configura la sociedad civil? Y, en una sociedad en la que una persona o grupo ejerce el poder sobre los demás es decir, cualquier sociedad  ¿Cuál es el instrumento de dicho poder sino las palabras? Sam Leith explora el arte de la persuasión desde sus orígenes en Grecia hasta su apoteosis en el siglo XXI.

Relata las historias de sus villanos y sus héroes, desde Hitler hasta Cicerón, pasando por Martin Luther King, Homer Simpson, Obama, Jennifer López o Nixon; explica los mecanismos de los grandes discursos; y, lo que es más importante, nos descubre que la retórica es útil, aplicable... y que no hay que tenerle ningún miedo.

Fuente del texto: casadellibro 

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El discurso que acabó con las contínuas matanzas de la guerra más cruel de EE.UU.

  • El 19 de noviembre de 1863, Abraham Lincoln pronunció su alocución más famosa. Las palabras recordaban la brutal contienda que, según dijo, hizo que su «nación pudiese vivir

«Hace ochenta y siete años nuestros padres crearon en este continente una nueva nación...». Estas fueron las primeras sílabas del discurso que, el 19 de noviembre de 1863 (tal día como hoy) pronunció Abraham Lincoln frente a 15.000 personas. 

En la alocución, de apenas 300 palabras, buscaba conmemorar en Pensilvania la batalla de Gettysburg, la derrota definitiva del bando confederado frente a los unionistas. La batalla supuso todo un revés para los intereses de los sudistas y, además, fue la tumba metafórica del general Robert E. Lee. 

Para llegar hasta la gran derrota de Lee y el posterior discurso del 19 de noviembre es necesario hacer retroceder el calendario hasta los comienzos de 1860. Por entonces, la tensa situación que se vivía entre los estados del norte y del sur de los EEUU (provocada por diferencias insalvables en temas como la esclavitud y las desigualdades económicas) estalló con la elección de un tal Abraham Lincoln como presidente (el hombre de la barba y el sombrero de copa, para aquellos que no le pongan cara).


Su ascenso al poder causó no poca controversia, ya que los sureños (habitualmente más partidarios del esclavismo) veían sus políticas como un peligro latente. ¿Qué diablos pasaría si aquel sujeto liberaba a los negros y terminaba con la mano de obra gratuita?

En esas andaba EEUU cuando algunos estados del sur, hasta el chambergo de tanto norte para arriba y norte para abajo, se declararon en rebeldía y crearon una nueva nación llamada los Estados Confederados de América. Un nuevo país, o eso pretendían. Las regiones que se unieron fueron Carolina del Sur, Misisipi, Florida, Alabama, Georgia, Luisiana y Texas.
«Lee era y siguió siendo (pese a la derrota final) un general muy respetado»
Posteriormente, se les unirían también Virginia, Arkansas, Tennesse y Carolina del Norte, además de algunos pequeños reductos secesionistas en otras zonas oficialmente unionistas (como se conocía a los norteños). Había comenzado la Guerra de Secesión (o Guerra Civil). Todos tomaron partido ya que, como dijo en su día el político contemporáneo Stephen Douglas, «en esta guerra no puede existir la neutralidad».

A su favor, los sureños (o Confederados) tenían el que, si el norte quería acabar con ellos, se verían obligados a invadirles (con lo que implicaba en su momento pasar al ataque en una guerra de tales dimensiones). Sin embargo, el norte contaba con muchas ventajas a nivel estratégico.

Para empezar, disponía de una gran producción industrial y alimenticia (considerablemente mayor que la de sus enemigos); tenía en sus territorios un número de población mucho mayor (22 millones contra apenas 9) y controlaba la mayor parte del hierro y el carbón (las materias primas de la época). No obstante, con el paso de los años los sureños lograron cosechar una gran cantidad de victorias contra el ejército enemigo gracias, en parte, al brillante general en jefe Robert E. Lee.


«Lee era y siguió siendo (pese a la derrota final) un general muy respetado. De hecho era considerado el mejor de los comandantes posibles para un ejército estadounidense en su época. Al comienzo de la guerra la Administración federal (los norteños) había intentado que comandase sus fuerzas, pero Lee era un hombre muy leal a sus principios y nunca quiso traicionar su vinculación con el proyecto de génesis de unos Estados Confederados» explica, en declaraciones a ABC, Montserrat Huguet Santos (Doctora en Historia y autora de más de 90 textos entre los que destacan « Breve historia de la Guerra Civil de los Estados Unidos » -Nowtilus, 2015-). Este militar fue el que llevó al sur a plantar cara a un enemigo mejor equipado, con más hombres y con unos suministros envidiables.

Los bandos, cansados

Los combates entre Norte y Sur se recrudecieron hasta tal punto que, en 1862, ambos bandos se vieron obligados a aprobar la primera ley de «circunscripción», Esta establecía, en ambas regiones, las edades mínimas y máximas entre las que se podía reclutar por las bravas (obligatoriamente) a los hombres. En el caso de los Unionistas comprendía los intervalos de entre 20 y 45 años, mientras que en el caso de los Confederados de 18 a 35. 

Unos números que implicaban que tanto unos como otros andaban severamente escasos de combatientes. La situación era especialmente precaria para los hombres de Lee, quienes empezaban a adolecer de algunos suministros básicos como munición, alimentos o botas (efectivamente, zapatos).

«En 1863 la guerra estaba en un punto de estancamiento que no hacía predecir un fin rápido. La población estaba desesperada, especialmente en el Sur, que era el área más castigada por los combates, la destrucción del territorio, el bloqueo económico y finalmente la dureza de la represión a la que eran sometidas las poblaciones tomadas, los prisioneros o los espías.
En 1863 la guerra estaba en un punto de estancamiento que no hacía predecir un fin rápido. La población estaba desesperada, especialmente en el Su
Si el Sur tenía cada vez menos esperanzas de lograr el reconocimiento como nación, la Unión por su parte tampoco se granjeaba amigos en el extranjero y vivía una crisis seria que afectaba al liderazgo del ejército. Las ideas de Lincoln, que aplicaba ya la supresión de habeás corpus, topaban a menudo con unas u otras facciones de republicanos en el Congreso», añade la experta a ABC

Deseoso de que sus ejércitos dejasen de gastar recursos de los estados sureños, y ansioso también de forzar al gobierno Unionista a firmar de una vez la paz (lo que reconocería oficialmente la existencia de la independencia de los Confederados, Lee le puso arrestos y decidió atacar territorio norteño con la mayoría de las fuerzas a su cargo.

Sus objetivos no eran otros que aprovecharse del descrédito que tenía entonces Lincoln (no tan querido por aquellos años como pudiera parecer ahora) y ganarse el espaldarazo de algún amiguete del otro lado del charco que les enviase armas, comida, y -llegado el caso- interviniera militarmente en su favor. Algo nada sencillo, por cierto, pero que podría lograr si daba un puñetazo en la mesa lo suficientemente grande como para que fuese escuchado en Europa.

Lincoln, visitando un campo de batalla - ABC

«El Sur tenía, cuando atacó, más unidades y grandes esperanzas aún de obtener el apoyo de algún aliado europeo para incrementar sus recursos. En el Norte, desde finales de 1862 la popularidad de Lincoln era baja y no hacía presagiar que los ciudadanos fuesen a respaldarle en otro mandato. Los generales del Norte -Hooker, Meade- cosechaban derrotas y el apoyo internacional a la Unión era muy tibio. Solo Rusia manifestaba abiertamente refrendar la causa de la Unión.

Ciertamente, fue este el momento en que el ejército rebelde tuvo más opciones de cosechar triunfos militares, y en esa confianza actuaron los mandos planeando las campañas en territorio del Norte», determina Huguet a este diario.

La batalla

Decidido a dar un revés a los Unionistas, Lee organizó un ejército de 75.000 soldados con el que tomar la capital del estado de Pensilvania. Lugar desde donde pretendía amenazar Washington D.C. Eso sí, para cumplir todo aquello primero debía pasar con sus hombres por encima del denominado Ejército del Potomac, el principal contingente de la Unión en el territorio oriental. La unidad, dirigida por el general Meade, era una de las más temibles de la zona y contaba con decenas de miles de combatientes (entre 95.000 y más de 100.000, atendiendo a las diferentes fuentes).


  • En la batalla se contaron más de 50.000 bajas
El 1 de julio, los dos ejércitos se enfrentaron en las afueras de Gettyburg en una batalla que decidiría el destino de Estados Unidos. Una contienda en la que, tras tres días de una lucha encarnizada a mosquete y cañón, se contaron 23.000 heridos, muertos o desaparecidos por bando (una cifra que se eleva a casi 30.000 en el caso del Sur).

«Materialmente hablando fue una derrota muy dura, por la pérdida de hombres y de recursos en un momento muy avanzado de la guerra. Esta derrota se unió a la que se produjo el 4 de julio, en Vicksburg, a cargo del general unionista Ulises Grant. Pero sobre todo fue una derrota devastadora en el plano moral. Después de Gettysburg las esperanzas de reconocimiento de la Confederación se desvanecieron», finaliza Huguet.

El discurso de la victoria

Apenas cuatro meses después de que finalizase la contienda más sangrienta de la Guerra Civil de Estados Unidos, el presidente Abraham Lincoln (ese que los sudistas despreciaban por ser amigo de los esclavos) se dirigió de nuevo a Gettysburg. Corría el 19 de noviembre. Tal día como hoy.

Sin embargo, en este caso no acudió para empuñar un fusil contra sus enemigos, sino para conmemorar las muertes de todos aquellos que lucharon por la libertad e inaugurar el Cementerio Militar Nacional en el campo de batalla. Además, el presidente buscaba fomentar la unión, Y es que, a pesar de todas las diferencias que había habido a lo largo de los últimos años entre ambos bandos, Lincoln tenía esperanzas de que el Norte y el Sur se perdonasen de forma definitiva.

Curiosamente, el presidente fue aquel día un orador secundario. El principal era Eduard Everett, un ferviente partidario de la Unión que, durante dos horas, dirigió a los presentes un discurso de nada menos que 13.000 palabras. 

«Lincoln era el sexto en hablar, se encargaba de las “palabras de dedicatoria”, después de la Birgfields Band, la Marine Band, una oración, un himno y el orador principal. En otras palabras, Lincoln era un telonero. Se le invitó relativamente tarde aquel mismo día y de forma más o menos informal a que hiciera “algunas observaciones oportunas” después del discurso de Everett», explica Sam Leith en « ¿Me hablas a mí?: La retórica desde Aristóteles hasta Obama ».



De hecho, aquel día fue un despropósito en lo que se refiere a la organización, pues el discurso principal tampoco iba a ser dado en principio por Everett. «No fue a Lincoln a quien acudieron, ni tampoco fue Everett su primera opción. A él solo se lo ofrecieron después de que tres eminentes poetas (Longfellow, Whittier y Bryant) hubieran declinado intervenir. Pero Everett estaba cualificado: respetado universalmente, ya era un experto en campos de batalla tras hablar en Concord, Lexington y Bunker Hill», añade el experto.

No obstante, lo cierto es que -a pesar de que las palabras recordadas fueron las de Lincoln- Everett puso toda su ilusión en su discurso, pues estuvo varias semanas preparándolo y memorizándolo. Aunque, como bien explica Leith, también tuvo sus desventajas el que fuera elegido: «Hubo que ocuparse de otros preparativos prácticos: a sus setenta y nueve años, Everett sufría de próstata y hubo que instalar una tienda con un urinario especial junto al estrado para que pudiera aliviarse tanto antes como después del discurso».

¿En silencio?


Durante la alocución del 19 de noviembre, Lincoln fue bien recibido en el cementerio de Gettysburg. Ataviado siempre con su sombrero (el cual llevaba aquel día una banda negra en recuerdo de la muerte de su hijio), el presidente estaba pletórico por poder dirigirse al público. De hecho, tomó la precaución de salir un día antes de lo previsto de Washington para que ningún inconveniente le hiciera perderse el momento. Y, lo hizo a pesar de que su mujer estaba, en palabras de Leith, «totalmente enloquecida» por el fallecimiento de su retoño.

No obstante, existe cierta controversia a la hora de definir qué reacción causaron sus palabras en los más de 15.000 asistentes (entre el que había familiares de unionistas fallecidos en la contienda). Algunas fuentes afirman que el público se quedó en silencio debido a que la alocución no merecía ni una sola palmada. No es lo que opina Janet Pascal quien, en su obra «¿Quién fue Abraham Lincoln?», explica las frases fueron recibidas con silencio, pero no como una forma de rechazo, sino porque «las personas estaban tan conmovidas que no podían aplaudir».


«Las personas estaban tan conmovidas que no podían aplaudir».


Esta leyenda fue avivada por periódicos como el «The Times», cuya crónica afirmó que, aunque había sido una «ceremonia impresionante», quedó «muy deslucida por algunas de las desafortunadas ocurrencias del presidente Lincoln».


En todo caso su exposición tenía apenas tres centenares de palabras, pero jamás serían olvidadas por los presentes. Leith, de hecho considera que -a pesar de lo breve que fue (apenas se extendió en el tiempo dos minutos- el discurso de Lincoln fue su cenit como político. «Es unánime considerar que la cima retórica de Lincoln es el discurso que ahora conocemos como el "discurso de Gettysburg"».


«Hace 87 años...»

El 19 de noviembre, estas fueron las palabras de Lincoln:
«
Hace ochenta y siete años nuestros padres crearon en este continente una nueva nación, concebida bajo el signo de la libertad y consagrada a la premisa de que todos los hombres nacen iguales.
Hoy nos hallamos embarcados en una vasta guerra civil que pone a prueba la capacidad de esta nación, o de cualquier otra así concebida y así dedicada, para subsistir por largo tiempo. Nos hemos reunido en el escenario donde se libró una de las grandes batallas de esta guerra. Vinimos a consagrar parte de este campo de batalla al reposo final de quienes han entregado su vida por la nación. Es plenamente adecuado y justo que así lo hagamos.
Sin embargo, en un sentido más amplio, no podemos dedicar, no podemos consagrar, no podemos glorificar este suelo. Los valientes hombres que aquí combatieron, vivos y muertos, lo han consagrado muy por encima de nuestro escaso poder de sumar o restar méritos. El mundo apenas advertirá, y no recordará por mucho tiempo lo que aquí se diga, más no olvidará jamás lo que ellos han hecho.
Nos corresponde a los que estamos vivos, en cambio, completar la obra inconclusa que tan noblemente han adelantado aquellos que aquí combatieron.
Nos corresponde ocuparnos de la gran tarea que nos aguarda: inspirarnos en estos venerados muertos para aumentar nuestra devoción por la causa a la cual ellos ofrendaron todo su fervor; declarar aquí solemnemente que quienes han perecido no lo han hecho en vano; que esta nación, bajo la guía de Dios, vea renacer la libertad, y que el gobierno del pueblo, por el pueblo y para el pueblo no desaparezca de la faz de la tierra.
»
Fuente del texto: abc.es/historia 

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martes, 25 de febrero de 2020

12 Curso de Photoshop: hacer hojas de contacto

FOTOS EN BRIDGE
Las hojas de contactos son una herramienta de extraordinario valor para el fotógrafo. Imaginaos que acabáis de hacer una sesión para un cliente, un modelo o un amigo y tenéis entre manos 200 o 300 fotos. Incluso después de que hayáis hecho vuestra propia selección y descartado aquellas imágenes que resultan inadecuadas o, sencillamente, malas, es posible que aún haya varias docenas de fotografías entre las que escoger.

En ese punto es cuando cobra todo su sentido crear una serie de hojas de contacto en las que se puede ver a tamaño pequeño todas las fotografías seleccionadas por el fotógrafo para que éste le entregue esas hojas de contactos a la persona que tiene que decidir cuáles son las que a ella más le gustan.

Los distintos programas de Adobe ofrecen la posibilidad de hacer hojas de contacto. Concretamente, entre las herramientas fotográficas tanto Photoshop como Lightroom o Bridge ofrecen la forma de hacerlo. Pero en este curso de Photoshop, como es lógico enseñamos la herramienta relacionada con este programa.

En el tutorial que viene a continuación podéis ver cómo hacer una hoja de contactos con adobe Bridge y para qué sirven todas las variables que el programa nos permite controlar tales como el número de fotos que aparecerá por página, la orientación de la página, el encabezado, la información de cada fotografía que parece impresa, etcétera.
  


Aunque en Photoshop dentro de archivo automatizar permite en hacer hojas de contacto o directamente, lo cierto o es que Bridge tiene muchas más opciones y nos da más flexibilidad a la hora de escoger las fotografías que se incluirán en la hojas de contactos. Por esta razón, en este tutorial nos hemos entrado en Bridge.

Fuente del texto: fotografodigital 

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