Francisco Pizarro fue asesinado brutalmente por el hijo de su mayor rival y una hueste de españoles traidores. Así fue su muerte y estos los motivos. Sergio Basi.
El 26 de junio de 1541 Francisco Pizarro era asesinado brutalmente en su palacio de Lima por aquellos que en un momento dado habían sido sus propios aliados.
Dirigidos por el hijo de Diego Almagro, de nombre análogo, compatriotas españoles se conjuraban una noche cálida del muy peleado Pirú, asestando contra un Pizarro que se defendió con bravura de más de veinte estocadas de espada, inútilmente pues, como dicen los cronistas, le dieron “tantas lanzadas, puñaladas y estocadas que lo acabaron de matar con una de ellas en la garganta”.
Lo cierto es que a lo largo de su conquista, Pizarro hizo méritos para que acabara sucediendo algo así. Reclamar el imperio Inca no fue en nada sencillo, y vino motivado por las leyendas que escuchaba desde Panamá acerca de riquísimos territorios más al sur. Se asoció con Diego de Almagro, que también querría de ese oro que realmente lograrían saquear en episodios como Cajamarca, cuando capturar a un líder inca del tamaño de Atahualpa.
Sin embargo, la codicia y el sentido de posesión de los territorios conquistados llevaron a Pizarro y Almagro al desencuentro. Sin siquiera reparar en que todo pertenecería a la corona española, peleaban por los territorios que habían avanzado hasta el punto de dividirse por completo.
En la batalla de las Salinas, una batalla de facciones, Pizarro logró capturar a Almagro y lo penó a morir. Luego colgó su cadáver decapitado en una plaza de Cuzco.
Sin embargo las tensiones no desaparecieron, el hijo de Almagro relevó a su padre en muchas cuestiones salvo las sanciones que Pizarro decidió imponerle; y un día, movido por el odio y la diferencia abismal de opiniones respecto a la conquista, urdió el plan para que la noche del 26 de junio el empoderado Pizarro muriera definitivamente a los 65 años asesinado por un numeroso grupo de españoles.
Y así fue. Acto seguido, se obligó a la autoridad de Lima a proclamar al hijo de Almagro gobernador de Lima, aunque eso de nada serviría para paliar la guerra civil entre conquistadores que se habría desatado.
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El 26 de junio de 1541 Francisco Pizarro era asesinado brutalmente en su palacio de Lima por aquellos que en un momento dado habían sido sus propios aliados.
Dirigidos por el hijo de Diego Almagro, de nombre análogo, compatriotas españoles se conjuraban una noche cálida del muy peleado Pirú, asestando contra un Pizarro que se defendió con bravura de más de veinte estocadas de espada, inútilmente pues, como dicen los cronistas, le dieron “tantas lanzadas, puñaladas y estocadas que lo acabaron de matar con una de ellas en la garganta”.
Lo cierto es que a lo largo de su conquista, Pizarro hizo méritos para que acabara sucediendo algo así. Reclamar el imperio Inca no fue en nada sencillo, y vino motivado por las leyendas que escuchaba desde Panamá acerca de riquísimos territorios más al sur. Se asoció con Diego de Almagro, que también querría de ese oro que realmente lograrían saquear en episodios como Cajamarca, cuando capturar a un líder inca del tamaño de Atahualpa.
Sin embargo, la codicia y el sentido de posesión de los territorios conquistados llevaron a Pizarro y Almagro al desencuentro. Sin siquiera reparar en que todo pertenecería a la corona española, peleaban por los territorios que habían avanzado hasta el punto de dividirse por completo.
Batalla de las Salinas.
En la batalla de las Salinas, una batalla de facciones, Pizarro logró capturar a Almagro y lo penó a morir. Luego colgó su cadáver decapitado en una plaza de Cuzco.
Sin embargo las tensiones no desaparecieron, el hijo de Almagro relevó a su padre en muchas cuestiones salvo las sanciones que Pizarro decidió imponerle; y un día, movido por el odio y la diferencia abismal de opiniones respecto a la conquista, urdió el plan para que la noche del 26 de junio el empoderado Pizarro muriera definitivamente a los 65 años asesinado por un numeroso grupo de españoles.
Y así fue. Acto seguido, se obligó a la autoridad de Lima a proclamar al hijo de Almagro gobernador de Lima, aunque eso de nada serviría para paliar la guerra civil entre conquistadores que se habría desatado.
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