Fecha de ejecución: ca. 1500
Técnica: Óleo sobre tabla
Medidas:
Procedencia: Colección Pedro Masaveu
Una de las obras de mayor tamaño que puede admirarse en el Museo de Bellas Artes de Asturias es el Retablo de Santa Marina, procedente de la iglesia del mismo nombre en Mayorga de Campos (Valladolid).
Las veinticuatro tablas que lo componen fueron pintadas hacia 1500 por el Maestro de Palanquinos, identificado por el profesor González Santos como Pedro de Mayorga.
Una antigua fotografía permite conocer cómo era el retablo íntegro en su emplazamiento original: tenía tres pisos, siete calles –de las cuales la central se ha perdido–, predela y arquitecturas de madera calada.
El retablo narra la historia de Santa Margarita de Antioquía –identificada en España con Santa Marina de Galicia, de ahí la confusión habitual en la época entre ambas santas– tal y como figura en la Leyenda Dorada de Jacopo Della Voragine (aprox. 1260), un texto que impulsó la devoción a Santa Margarita-Santa Marina y que gozó de gran popularidad a finales de la Edad Media, decayendo su culto con la llegada de la Contrarreforma.
Según la Leyenda Dorada, Margarita era la hija de un sacerdote pagano que se había convertido al cristianismo. En una ocasión, mientras se encontraba cuidando a sus ovejas en el campo, el prefecto de la región se enamoró de ella y, ante la negativa de la muchacha a aceptar sus proposiciones, mandó encarcelarla.
Durante su cautiverio un dragón, identificado con el demonio, se le apareció en su celda para devorarla, pero gracias a su fe logró salir ilesa del vientre de la bestia. Tras este milagro, la joven fue sometida a varios tormentos, algunos de los cuales son reproducidos en este retablo, para terminar siendo decapitada. Su historia hizo de ella ejemplo de la virtud femenina, a la vez que el milagro del dragón la convirtió en la patrona de los partos.
Los dos pisos superiores narran, en doce escenas, los episodios más significativos de la historia de la santa, los cuales se complementan con seis escenas de la Pasión de Cristo. En las seis tablas que componían originalmente la predela, almacenadas, salvo una de ellas, en los depósitos del Museo, se representan parejas de santos y profetas.
En el conjunto destaca la escena de la santa saliendo del dragón por ser una de sus iconografías más populares, así como las representaciones de espacios interiores, donde el artista hace alarde del dominio de la perspectiva a través de las representaciones de suelos en damero y cubiertas abovedadas.
En el tratamiento de rostros y la composición de espacios se advierte la presencia de dos maestros: uno de ellos es el Maestro de Palanquinos, fácilmente identificable por el empleo del pan de oro en los cielos, mientras el otro, más contenido en la gestualidad, tiende hacia el clasicismo en las actitudes de los personajes y en las composiciones de escenas, en las que introduce elementos clásicos.
El Retablo de Santa Marina es un perfecto ejemplo de los usos iconográficos del último período gótico y se enmarca dentro de ese conjunto de pinturas que, dentro de la tradición tardomedieval, ya introducen sutilmente estéticas y motivos clasicistas.
Las veinticuatro tablas que lo componen fueron pintadas hacia 1500 por el Maestro de Palanquinos, identificado por el profesor González Santos como Pedro de Mayorga.
Una antigua fotografía permite conocer cómo era el retablo íntegro en su emplazamiento original: tenía tres pisos, siete calles –de las cuales la central se ha perdido–, predela y arquitecturas de madera calada.
El retablo narra la historia de Santa Margarita de Antioquía –identificada en España con Santa Marina de Galicia, de ahí la confusión habitual en la época entre ambas santas– tal y como figura en la Leyenda Dorada de Jacopo Della Voragine (aprox. 1260), un texto que impulsó la devoción a Santa Margarita-Santa Marina y que gozó de gran popularidad a finales de la Edad Media, decayendo su culto con la llegada de la Contrarreforma.
Según la Leyenda Dorada, Margarita era la hija de un sacerdote pagano que se había convertido al cristianismo. En una ocasión, mientras se encontraba cuidando a sus ovejas en el campo, el prefecto de la región se enamoró de ella y, ante la negativa de la muchacha a aceptar sus proposiciones, mandó encarcelarla.
Durante su cautiverio un dragón, identificado con el demonio, se le apareció en su celda para devorarla, pero gracias a su fe logró salir ilesa del vientre de la bestia. Tras este milagro, la joven fue sometida a varios tormentos, algunos de los cuales son reproducidos en este retablo, para terminar siendo decapitada. Su historia hizo de ella ejemplo de la virtud femenina, a la vez que el milagro del dragón la convirtió en la patrona de los partos.
Los dos pisos superiores narran, en doce escenas, los episodios más significativos de la historia de la santa, los cuales se complementan con seis escenas de la Pasión de Cristo. En las seis tablas que componían originalmente la predela, almacenadas, salvo una de ellas, en los depósitos del Museo, se representan parejas de santos y profetas.
En el conjunto destaca la escena de la santa saliendo del dragón por ser una de sus iconografías más populares, así como las representaciones de espacios interiores, donde el artista hace alarde del dominio de la perspectiva a través de las representaciones de suelos en damero y cubiertas abovedadas.
En el tratamiento de rostros y la composición de espacios se advierte la presencia de dos maestros: uno de ellos es el Maestro de Palanquinos, fácilmente identificable por el empleo del pan de oro en los cielos, mientras el otro, más contenido en la gestualidad, tiende hacia el clasicismo en las actitudes de los personajes y en las composiciones de escenas, en las que introduce elementos clásicos.
El Retablo de Santa Marina es un perfecto ejemplo de los usos iconográficos del último período gótico y se enmarca dentro de ese conjunto de pinturas que, dentro de la tradición tardomedieval, ya introducen sutilmente estéticas y motivos clasicistas.
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